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No barrer: La creencia de no barrer durante el jueves o viernes Santo significa que en estas fechas Jesús se encuentra caminando por los hogares cristianos; por lo cual, si la persona barre su casa, es como si estuviera eliminando la presencia divina de Dios o “barrer la cara de Cristo”.

Según la creencia, bañarse en este día no está permitido, ya que Jesucristo ha fallecido, por lo que no hay quien bendiga el agua y esta se considera impura durante este día, por lo que la tradición dicta que en este viernes de luto no te debes bañar, porque te conviertes en pez o te sale la cochina es uno de los mitos más arraigados en la cultura popular católica, y su origen proviene de pequeñas comunidades de Colombia

En Semana Santa, las tradiciones y rituales se entrelazan con la devoción y el recogimiento de quienes conmemoran la pasión y muerte de Jesucristo. En un contexto arraigado en la cultura popular, se destaca la práctica ancestral de vestir de luto y vivir en recogimiento durante el Viernes Santo, día de mayor solemnidad y dolor en la celebración de la Semana Mayor.

Desde antes, la Semana Santa ha sido un periodo de preparación y reflexión, donde las labores cotidianas cedían paso a la contemplación y la espiritualidad. Durante los días previos al Viernes Santo, hombres y mujeres se dedicaban a las tareas domésticas y a la preparación de los alimentos que serían consumidos en los días centrales de la celebración.

Al llegar el Jueves Santo, un cambio notable se hacía presente en los hogares: se suspendían las actividades cotidianas, se compartía la comida preparada con esmero y se iniciaba el periodo de recogimiento en honor a la pasión de Cristo. La vestimenta de luto, la abstención de baños y el ayuno marcaban la jornada, mientras que la preparación de altares con la cruz de Cristo y la representación del Viacrucis acentuaban la solemnidad del momento.

El Viernes Santo, ápice de la conmemoración, se erigía como el día de mayor dolor y silencio. La vestimenta negra, el luto compartido por hombres y mujeres, el ayuno riguroso y la participación en la representación del camino de Jesús hacia la crucifixión conformaban un escenario de profunda tristeza y devoción. El respeto por la hora en que Jesús murió en la cruz, a las 3:00 de la tarde, se manifestaba en un silencio sepulcral que envolvía la ciudad.

En este día solemne, las expresiones de alegría quedaban en suspenso: los negocios cerraban, la música callaba y las familias se reunían en torno al dolor de la crucifixión. El recorrido del Viacrucis, la marcha del silencio y el acompañamiento a María en su duelo con el rosario de pésame se convertían en actos de profunda devoción y respeto por la pasión redentora de Jesucristo.

En medio de la tristeza, el recogimiento y el dolor compartido, las tradiciones ancestrales de vestir de luto en Viernes Santo se mantienen vivas como un tributo a la fe, la devoción y la memoria de un sacrificio que trasciende el tiempo y el espacio.

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